La Pepena
Laboratorio de escritura y composición de imágenes a partir de objetos encontrados en el desecho.
Todo objeto cotidiano posee una historia detrás, y tiene la oportunidad de ser un archivo, una dramaturgia en potencia, contiene una geografía recorrida, una historia de producción que ha pasado por muchas manos, es síntesis de una metamorfosis material, y es portador de un campo evocativo, simbólico, que puede trascender por muchas generaciones o no; puede consumirse, desecharse, olvidarse en el acto y seá su condición residual, inmediata, la que nos hable sintomáticamente de cierto estado de las cosas, de todas las velocidades de la memoria material y el condicionante económico que instiga sus ciclos de vida en el fondo de una cartografía capitalista del deseo.
Shaday Larios, 2017.
A manera de prólogo confesaré que de un tiempo a la fecha siento un inmenso respeto hacia las bolsas plásticas, a las llenas y a las vacías, no me gusta aceptarlo, pero mientras más grandes, mayor respeto y admiración siento. Las bolsas plásticas vacías debieran ser salvaguardadas como uno de los más grandes tesoros de nuestra era. Las bolsas plásticas llenas debieran ser valoradas como uno de los más grandes misterios y archivos de nuestra era. Añadiré que siento una enorme pena por las bolsas plásticas que son comercializadas con el fin burdo de recolectar basura, no consiento la existencia de esa etiqueta generadora de prejuicios que disminuye brutalmente un ciclo de vida, que marca una abismal diferencia entre las bolsas de polietileno negras, las azules con sujetador que incluso son contenidas en cajas –vaya ironía-, o las de variados colores con y sin marcas, con y sin asas.
Una mujer compra frutas y verduras que le son pesadas y empaquetadas en bolsas plásticas de distintos colores según la semana; además pide al comerciante que por su compra les regale bolsas vacías. Es algo que no entendía, hasta ahora: la mujer cuenta con un gran capital en bolsas plásticas de diversos colores y tamaños (ochocientas, confesó en su último conteo) listas para ser utilizadas mejor le convenga. Una inversión con siglos de garantía. Se puede leer la historia del mundo en el contenido de estas bolsas que nos acompañarán durante ese tiempo que entendemos con para siempre; se puede armar la historia del mundo con los objetos que han escapado de ellas y navegan por baldíos y alcantarillas, y que también, aunque modifiquen su apariencia y calidad funcional, nos acompañarán por siempre. Somos (ir)responsables de aquello que consumimos hasta sus últimas consecuencias.
Jean Baudrillard, en El sistema de los objetos (1968) habla de un objeto rico en funcionalidad y pobre en significación, con dos funciones: ser utilizado y ser poseído. ¿Qué sucede entonces con el objeto luego de su vida útil, con el objeto que ha abolido su funcionalidad en las filas del reciclaje, o se ha aventurado a la deriva de ocupar un lugar en los terrenos baldíos?
Para contestar esta pregunta nos adentramos a un proceso que nos gusta imaginar no antropocéntrico, en el que el valor y significado del objeto ya no se produce desde quien lo posee o poseía, sino desde las narrativas del objeto per se, en su condición de residuo, desecho, como nuevas vitalidades; como ese momento en el objeto se reencuentra, y ya no habla de su pasado sino de su reinvención, aunque el daño del tiempo esté sugerido en él, que Tadeusz Kantor propone como parte de su poética del desastre.
La Pepena, laboratorio de escritura y composición de imágenes a partir de objetos encontrados en el desecho, sugiere en primer momento, una otra relación con los espacios desde la exploración sensorial, como el flâneur de Benjamin inspirado por Baudelaire, la deriva propuesta por Guy Debord, o el peatón profesional de Melquiades Herrera; en segunda instancia, hace homenaje a la figura de la recolectora, la espigadora, de Agnès Varda; al oficio de pepenar, del náhuatl pepena: recoger, escoger; como una postura física y política ante las prácticas de producción, consumo y desecho. Finalmente toma como herramientas la colección, el extrañamiento, el montaje, para procurar un ejercicio de lectura crítica y poética del objeto recolectado como archivo del mundo.
Retablo
Espacios en colisión, Barrio antiguo, Monterrey, N.L.
Zona de pesca
Festival Escénica. Río Churubusco, CDMX
La bolsa y la vida: La pepena, laboratorio de archivos residuales para contrarrelatar el progreso.
Colaboración en Desmontar las herencias, políticas de lo sutil, texto colaborativo coordinado por Shaday Larios, 2021.
Presentación.
¿Qué será el privilegio para un objeto? ¿Ser contemplado aparentemente inmóvil en un atrio, en una vitrina, ya sea enmarcada por el estilo churrigueresco de una iglesia, cúbica sobre el pedestal de museo, o conformando una colección sobre las carpetas tejidas del mueble de la abuela?
Podría consistir el privilegio en su resguardo del paso del tiempo, del abandono y el olvido; sin embargo, estos últimos objetos aparentemente privilegiados y aparentemente inmóviles, están expuestos a las transformaciones de su entorno, mantienen una estrecha relación con los espacios y las temporalidades que habitan, con las personas que se relacionan; objetos que contienen memoria y testimonio a propósito de este paso, ya sea funcional, contemplativo, o residual, por el mundo.
Así, los objetos de la curtiduría en el Barrio Arriba de la ciudad de León, Guanajuato, pueden relatarnos el origen de una industria y su desplazamiento -económico y simbólico- como parte de un proceso de blanqueamiento; y de manera similar, los objetos residuales, principalmente provenientes de la industria de la construcción, que son recolectados de terrenos baldíos en San Juan de Abajo pueden dar cuenta de la expansión de la mancha urbana en la ciudad, y el imaginario de contenedor de desechos que gira en torno a la colonia ubicada en la periferia de León, y que dio origen al proyecto La Pepena, laboratorio de escritura y composición de imágenes.
El laboratorio que desde el 2018 comenzó a recolectar objetos en calidad de desecho de las colonias del centro y las periferias de la ciudad de León, para generar un relato de la desigualdad económico-social del municipio; ha tenido réplicas en la colonia Moderna y las inmediaciones del Teatro Experimental de Jalisco, en Guadalajara; el Barrio Antiguo de Monterrey Nuevo León; y Río Churubusco, en los límites de la Escuela Nacional de Arte Teatral; generando capítulos de un correlato a propósito de la violencia sistémica como estrategia del progreso capitalista.
En cada uno de estos procesos resaltamos la memoria situada: el objeto habita el territorio tanto como el territorio habita el objeto. Ambos son, en conjunto, ese relato de oposición y continuidad de un ciclo vedado, que omite que no hay producción ni consumo, sin desecho; que no hay desecho sin un lugar que ocupe en el espacio. Como una metafórica capa de polvo, se va acumulando en el objeto la memoria de los espacios que recorre; de igual manera, estos objetos residuales y anónimos van componiendo con los espacios en que son encontrados, como huellas a las que buscamos otras huellas para rastrear posibles vidas pasadas, posibles trayectos.
Un tenedor marca Salvinelli.
La cabeza de un oso polar.
Un par de banderillas de tauromaquia.
El pasaporte de Sudáfrica que sobrevivió al fuego.
El objeto residual puede pronunciarse por un territorio geográfico porque le contiene, y con él, a sus habitantes; tiene agencia para denunciar los procesos que les violentan porque forma parte de ellos. Y al tiempo que los objetos residuales se manifiestan, encuentran eco en otros objetos, en otros espacios y personas que resaltan el conflicto glocal en el que toda ciudad, todo país, de primera tiene su receptáculo de desechos de tercer mundo.
Así, el privilegio del objeto quizá se encuentra en los afectos que es capaz de producir, los encuentros y cuestionamientos que provoca, las cualidades que lo hacen -único y a la vez colectivo- ante la mirada de les otres; y que subvierten ese lugar privilegiado del objeto sacro, del objeto de pedestal y vitrina, posicionando al objeto que camina, cuya materialidad es el vestigio de la precariedad del mundo contemporáneo.
La Pepena, ha definido una forma de habitar el espacio de lo público, de dirigir la mirada al piso, a las esquinas y descampados; de hurgar en las acumulaciones sin propietario, recorrer las fincas demolidas, y pescar en los ríos urbanos. A través del breve recorrido que comparto en Desmontar las herencias, políticas de lo sutil. Estudios de Teatro de Objetos Documentales, resultado del laboratorio convocado por Shaday Larios en el 2021, busco compartir e invitar a vivir la experiencia de derivar, levantar del suelo, coleccionar, como acto político.
Sara Pinedo.